El mundo es esclavo de lo que calla.

martes, 9 de noviembre de 2010

Inerte

La boca cerrada para no gritar. Las piernas largas cruzadas para no salir corriendo. Los puños, firmes y apretados para no soltar ese manotazo de ahogado. Y los ojos... Esos ojos que sienten más de lo que muestran, esos que miran para arriba como reteniendo la lágrima que se suicida. Y cae. No hay nada que hacerle, solo cae  y se aplasta contra muchas más.
Su cuerpo de nube, pálido y libido se encuentra echado hacia un costado. 
Es la muerte del alma. El sueño interminable de las ilusiones que, perdidas por algún lugar solo dejan un vacío ardiente y lastimoso. Ella sabe que volverá a vivir un día cualquiera dentro de poco. Mas ahora no lo queda más que seguir. Tirar un poco, y moverse un trecho como por inercia.
Ya no piensa en nada.. En su cabeza resuenan algunos ecos indescifrables y de vez en cuando escucha una melodía, varios acordes suspendidos sin final que le despiertan los oídos pero no el corazón.
Pareciera que el aire no llega a sus pulmones y entonces en un esfuerzo de no volver a caer, se incorpora; levanta la cabeza, abre grandes los ojos y sus labios aspiran una bocanada de esa cosa espesa que flota en el ambiente. Pero no. El último empujón no alcanza. Entonces vuelve ahí su cuerpo inerte, recostado inmóvil, cansado y solo. 
La secuencia se repite cada tanto, y todavía no logró recuperarse.

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